Cuentos de la selva. Carlos Pérez Turco

Por Marisa Blanco

Marisa Blanco. Avellanedense. Técnica en electrónica. Trabajó en fábrica durante 5 años. Docente primaria y secundaria. Licenciada en educación por la Universidad Nacional de Quilmes.

Actualmente se encuentra realizando la tesis de la maestría en educación.

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Es muy común escuchar esa famosa frase, acompañada de otras como “El que pasa hambre en este país es porque quiere”, “Lo que pasa es que en este país nadie quiere trabajar”, “No hay cultura del trabajo”, “Estoy cansado de alimentar vagos”, “Tienen hijos para cobrar la Asignación Universal por Hijo”, “Viven de los planes sociales”, “El Estado lo que hace es alimentar vagos”, “Hay que enseñarles a pescar y no darles los peces”

Todas estas frases lo que tienen en común, además de una mirada moralizante, es que ponen al emisor en el lugar de juez de los otros, considerando al Otro como un conjunto homogéneo cuya característica principal es la incapacidad de obtener los logros económicos que el enunciador posee.

Esto como mínimo omite las diferentes condiciones de partida del emisor y del Otro, partiendo del supuesto que todos tienen al nacer las mismas posibilidades, equiparando potencialidades con posibilidades.

Todos nacemos con las mismas potencialidades, solo que unos las pueden desarrollar y otros no. Y esta posibilidad de desarrollo va de la mano de lo que Jauretche menciona en la zoncera sobre la población “La inferioridad del nativo”

En ella Jauretche nos dice “Son las condiciones del medio y las del sujeto en su formación histórica, las que permitirán decidir de su aptitud o no”… “Ni el hombre gringo ni el hombre gaucho carecen de aptitudes; sólo que cada uno posee aquellas en que fue formado, las jerarquiza como superiores y tiene un concepto despectivo en lo que no figura en su tabla de valores”

Esto se replica en el tema que nos atañe. Considerar que “El que pasa hambre en este país es porque quiere” es, como mínimo, pensar que hay un Otro que es feliz pasando hambre, cosa que nadie en su sano juicio podría enunciar, poniendo en evidencia en principio, un desconocimiento total de la naturaleza humana, ya que uno de los instintos más fuertes del ser humano es el de supervivencia, que inevitablemente incluye la alimentación, y evidencia, además un profundo desprecio por el Otro, al que despoja de su condición humana, al negarle poseer instinto de supervivencia, por considerar que es feliz padeciendo hambre.

Si, en cambio se sostiene que “Lo que pasa es que en este país nadie quiere trabajar”, desconoce, o prefiere desconocer, el terrible trabajo que implica tener que buscar el sustento diario de forma activa y creativa día a día en un permanente empezar de cero. Pidiendo monedas, pidiendo en los negocios lo que les “sobra” o “tendrían que tirar”, recorriendo basurales en busca de algo que “sirva”, haciendo changas, cuando la ocasión lo permite, en fin, aguzando el ingenio para lograr la supervivencia cuando no hay siquiera un hogar al cual volver. Esta afirmación va de la mano con aquella que reza “No hay cultura del trabajo”. Cultura hay, lo que no hay es trabajo asalariado.

Si la premisa es “Estoy cansado de alimentar vagos”, se está omitiendo el privilegio que se tiene de tener una posición en la cual podría optar por ejercer la solidaridad y en vez de ello se asume un enfoque individualista, que erige al enunciador en una posición de superioridad con respecto al Otro que necesita, que está desprotegido. Posición que ese mismo enunciador vive, de manera inversa, cotidianamente con respecto a otros frente a los que se siente humillado por tener una casa mejor, un coche mejor, o un salario mejor. Ni que hablar de la vergüenza de sí que siente frente a aquél que ni siquiera debe depender de un salario para tener una mejor casa o auto, y le genera un profundo sentimiento de inferioridad. Por tanto transforma esa vergüenza en resentimiento y traslada el desprecio del que se siente objeto al Otro que inmediatamente desprecia, descalifica y asume como inferior.

Si, en cambio se sostiene que “Tienen hijos para cobrar la Asignación Universal por Hijo”, lo que demuestran es un profundo desconocimiento de la realidad. Si tenemos en cuenta que la Asignación Universal por Hijo equivale al salario familiar que cobra cualquier asalariado, vamos a entender cabalmente que se trata de una ayuda, que en ningún caso es suficiente para cubrir los gastos implícitos en criar un hijo, de donde sostener que se tiene un hijo para cobrar una ayuda que no cubre los gastos que el hijo ocasiona, es francamente una pavada.

Algo similar ocurre con la sentencia “Viven de los planes sociales”, es obvio que no tienen idea de lo que implica vivir con un Plan Social, ya que son ayudas que da el Estado para completar un ingreso familiar, pero que de ningún modo pueden suplantarlo.

De la mano de las dos anteriores va la sentencia que afirma “El Estado lo que hace es alimentar vagos”, ya que de las dos anteriores se desprende sencillamente que el Estado brinda ayuda para completar un ingreso a aquellas familias que poseen ingresos muy bajos, con los que por sí solos no pueden alimentarse, sin llegar, lamentablemente a vivir dignamente.

“Hay que enseñarles a pescar y no darles los peces” Esta sentencia es francamente contradictoria, sobre todo si tenemos en cuenta que quienes la esgrimen son partidarios de la economía de mercado. Enseñarles a pescar implicaría darles trabajo, pero si el Estado opera sobre el sector privado protegiendo los puestos de trabajo, lo llaman intervencionista, que no respeta el derecho a ejercer las libertades individuales, la libre empresa, el libre juego de la oferta y la demanda. Con lo cual, si nos atenemos exclusivamente a este pensamiento, el estado debería permanecer sordo, ciego y mudo ante las necesidades de millones de argentinos que hoy se encuentran en la pobreza o en la indigencia, desoyendo la libertad de esos Otros a lograr su supervivencia.

Todas estas premisas parten del supuesto de que el Otro vive en la calle o en una casa de madera o chapas, o en un hotel, y/o comen salteado porque lo eligieron. Ninguna de ellas tiene en cuenta las condiciones de partida de cada uno. Quienes emiten estos juicios morales sobre el Otro, omiten decir de qué familias provienen, las ventajas relativas que han tenido en su infancia para lograr tener lo que tienen. Ninguno se crió en la calle, ninguno pasó hambre (por más que alguna vez haya podido quedarse con un poco de hambre), a ninguno le faltó atención médica cuando la necesitó, todos están escolarizados, tuvieron acceso a libros, música, paseos, cine, televisión, radio, una cena en un restaurante, etc.

Por eso es mentirosa la premisa “Lo que yo tengo me lo gané con mi esfuerzo” Nadie niega que se hayan esforzado, pero ese esfuerzo les brindó la casa, el auto y el comer todos los días porque arrancaron con casa, comida, salud y educación de partida, el resto vino por añadidura. Es cierto que los que partieron del mismo punto, por diversas circunstancias, no llegaron al mismo lugar, pero no es sólo esfuerzo lo que se necesita, hay condiciones que exceden al individuo que se tejen en la vida de cada uno lo que los lleva a arribar a diferentes lugares. De todos modos es difícil que alguien que tuvo todas las necesidades cubiertas desde el nacimiento haya tenido que vivir en la calle o depender de una ayuda social, porque cuenta con el apoyo de familiares y amigos que lo sostienen en los momentos difíciles, y hasta pueden facilitarle dinero. Pero ¿Qué pasa con aquellos que no cuentan con ese apoyo?

Lamentablemente quienes esgrimen estas sentencias, no sienten que su situación sea un privilegio, lo sienten un derecho, derecho que le niegan al Otro, y en ese negárselo al Otro se victimizan, en vez de asumir claramente quienes son las víctimas de este sistema social injusto. Ésta es básicamente la inversión de valores en las que se apoyan todas estas premisas

Para cerrar y redondear, citemos una vez más a Jauretche que en las zonceras de autodenigración, específicamente en la zoncera “Este país de m…” nos dice: “Nuestro estudiante universitario cree que su papá, o él mismo, si trabaja de self made man, son los que le han pagado la carrera cuando en realidad han contribuido sino con una alícuota ínfima porque aquí la enseñanza universitaria es un servicio público. Así, en lugar de creerse deudor cuando se gradúa, se cree acreedor

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Bibliografía
• Jauretche, Arturo,2011 “Manual de zonceras argentinas”, 1ra ed. 13ª reim. Bs As, Corregidor