Antigua historia americana. Carlos Pérez Turco

Por Marcelo Gabriel Porzio

Marcelo es docente, oriundo de la ciudad de Avellaneda, ubicada al sur del conurbano bonaerense, en la provincia de Buenos Aires, Argentina.

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Quiero compartir con ustedes una supuesta zoncera, la he escuchado en más de una oportunidad y espero que solo sea una estúpida frase repetida por mediopelos de barrio… de mi barrio y que no se transforme en sentido común de la clase media.

Hay una frase atribuida a Mark Twain1 en la que sostiene que “es más fácil engañar a una persona que convencerla de que fue engañada.” y seguramente a la mayoría de nosotros nos sucedió en algún momento de nuestra vida, quizás en el amor, en la política, en la religión, pero juntamos coraje y aceptamos que fuimos engañados y como decía mi abuela… a otra cosa mariposa. Nos garcaron, sí ¿Y? ¿Cuál es el problema?.

Pero existen personas que se dan cuenta que fueron engañadas, pero no pueden aceptarlo, ya que aceptarlo implicaría que toda la estructura de su vida ideal se les desmorona, se les viene abajo. Van a hacer un gran esfuerzo por sostener ese engaño utilizando todo tipo de argumentos y porqué no, también excusas.

Ciertas “verdades”, que adquirirán la categorías de verdades absolutas solamente porque habían sido escuchadas desde su infancia o adolescencia dentro de su grupo de crianza, es decir padres, abuelos, tíos y dichas personas, según ellos, tenían la autoridad para decirlo…”magister dixit”2, si ellos lo decían así debía ser, sin cuestionamientos, ni repreguntas.

La palabra de “esos maestros” solo generaban respuestas y ninguna pregunta, debe ser por eso que siempre repetirán todo lo que escuchan.

Aceptar que vivieron y crecieron, creyendo “verdades falsas”, demostraría que esos maestros no eran tales, la realidad destruiría sus figuras ideales. Pero prefieren vivir así, aceptando vivir engañados.

La frase en cuestión, la que me lleva a escribir estas líneas, la escuché en varias oportunidades, particularmente de mi círculo de amigos, compañeros de trabajo y vecinos, pero lo decían así livianamente, como al pasar.

Pero como lo dijo ese vecino en el almacén del barrio... ¡Nunca!.

Más que escucharlo fue como si hubiese visto y juro que vi salir las palabras de su bocota experta.

El tipo ahí parado a contraluz, hablando, criticando, quejándose, gesticulando con sus manos, bien típico de porteño, y ahí che con la misma seguridad que se tenía el Diego cuando pateaba un tiro libre, como dueño de una verdad develada, mando la frase matadora: “¡¡A mí nadie me regaló nada, todo lo que tengo lo hice laburando!!!!”... aaaayyy me caigo y me levanto… por no decir una barbaridad.

Yo al tipo lo juno del barrio, lo conozco, es un cincuentón como yo, hizo la primaria en la escuela pública del barrio, se recibió de técnico mecánico, en la primera escuela fábrica creada por el presidente que él aborrece, tuvo un breve paso como estudiante por la actual UTN, originalmente Universidad Obrera, universidad que los militares del 55 le quitaron la palabra Obrera, y que fue creada por el mismo presidente que impuso la educación técnica y que el tipo igual aborrece.

¡Nadie me regaló nada, dice el caradura!, y todo lo que es, es gracias al Estado que le brindó educación y formación profesional con los impuestos de los demás ciudadanos-contribuyentes.

¡Nadie me regaló nada, dice el sabelotodo que pagó impuestos subvencionados por el Estado, para que con su salario pueda llegar a fin de mes y con la plata que no había gastado, con la que había logrado ahorrar, se pudiese ir de vacaciones.

¡Nadie me regaló nada dice el tipo que ignora que lo que tiene, lo tiene no por mérito propio, sino porque hubo políticas de Estado que acompañaron su esfuerzo personal.

Para reforzar este ejemplo sobre la presencia del Estado en nuestras vidas, quiero contarles un breve diálogo de típico medio pelo azonzado, que me sucedió telefónicamente con un viejo amigo de la juventud en el año 2017:

Amigo-¿Che flaco conoces algún lugar del Estado que dé cursos gratis para colocar equipos de aire acondicionados?

Yo-¿Pero cómo, no era que vos estabas en contra de que el Estado ayude a la gente usando la plata de tus impuestos? Bueno, ahora yo no quiero que el Estado use mi plata para pagarte un curso, vende la camioneta y paga el curso amigo.

Amigo-¡CLICK!

Fin de la charla y de la amistad.

Por personas así, como mi vecino y mi ex amigo, la pasta dentífrica viene con instrucciones.

¿En algún momento, estos tipos se preguntaron qué sería de ellos sin el Estado presente en sus vidas y en la de sus padres?

¿Serán capaces de cuestionar y romper con esos mandatos familiares que solo los dejan como unos ridículos por repetir todo sin ninguna reflexión?

¿Algún día podrán interpelar a los programas de TV que miran todos los días y en vez de encontrar respuestas de todo, sean capaces de hacerles preguntas a esos mercenarios del discurso que aparecen en nuestra pantalla y se meten en nuestros hogares, para construir el sentido común de los sectores dominantes y que los dominados lo repitan constantemente como propios?

¿Cómo es posible que haya personas que viven en sociedad, que conviven con otros semejantes, consideren que el bienestar personal logrado lo hayan alcanzado aislados de la sociedad como si viviesen en una isla desierta?

Somos conscientes que en la batalla cultural la lucha es desigual, pero es necesaria darla día a día, deconstruir el conocimiento heredado y aplicar un pensamiento crítico que nos permita ser libres y realizarnos en un comunidad libre y organizada.

Referencias

1. Escritor estadounidense (1835-1910). Autor de Las aventuras de Tom Sawyer.
2. Locución en latín que significa “lo dijo el maestro”.