por Norberto E Crovetto

En los últimos años, más precisamente desde las dos últimas décadas del siglo pasado, las ideas denominadas neoliberales han ido penetrando en países europeos, en EEUU y en Latinoamérica. En nuestro país surgieron desde la Dictadura genocida cívico militar de 1976-1983,  desde el advenimiento de la democracia ha sido una disputa política que se profundiza, como en la década del 90, con los planes económicos neoliberales de Fernanco H Cardoso en Brasil, Menem en Argentina y Salinas de Gortari en México. Ante su fracaso, el abandono de esas políticas 2003 hasta 2015/19, donde las victorias en las elecciones de Macri y Bolsonaro restauraron esas ideas al poder.

Puede observarse que han tenido distintas etapas desde que emergieron de su reducto académico de la Universidad de Chicago y de las reuniones en Mont Pelerin, con el advenimiento de Reagan y Thatcher en los 80 del siglo XX. Una primera etapa siguió centralmente las ideas del monetarismo de Friedman. Una segunda etapa donde se ajustaron esas ideas a los que se denominó el Consenso de Washington y una tercera donde  las mismas se han ido profundizándose hacia el pensamiento de la denominada Escuela Austríaca. Esta tiene como eje que las sociedades son mejores cuando los individuos son “libres” y el fundamento de esa libertad esta en el liberalismo económico. No puede haber sociedades con individuos libres cuando la economía esta intervenida por entres burocráticos que coartan la libertad de la toma decisiones de cada uno.

¿Hay intereses económicos reales detrás de este ataque a la capacidad del Estado de ser una herramienta para un mejor vivir de un pueblo? En efecto lo hay. Veamos.

Desde la década de 1970 el sistema mundial evoluciona hacia un nuevo paradigma. Como suele suceder en la Historia, hubo innovaciones tecnológicas y, lo que es fundamental, una fuerte ampliación del mercado con la apertura de China al sistema mundial.

El  nuevo paradigma productivo se fundamenta en el uso creciente de máquinas robots, de ordenadores para control y seguimiento de las etapas productivas y de un mayor capacidad en las comunicaciones tanto de datos como virtuales. Se le sumó innovaciones en el sistema de transporte y logística con los sistemas de containers y con los medios de transporte conducidos por sistemas automáticos que reducen la necesidad de personal.

Las actualizaciones tecnológicas que se debían realizar en la, a esa altura, vieja industria de los EEUU y de Europa representaba un costo importante tanto en las modificaciones de las plantas como en el reordenamiento y despido de personal. Así la oportunidad que daba China, un país con su población mayoritariamente en el campo (entre le 60 y 70%) permitía instalar nuevas industrias con las nuevas tecnologías, mucho más productivas, y además tener disponible un mercado que necesariamente se expandiría al compás de la industrialización.

En resumen, la producción en general se transformó en establecimientos centrados en la producción, contratando a terceros las provisiones de servicios, desde el mantenimiento, la vigilancia, los servicios administrativos y contables, etc. En consecuencia la instalación o la continuidad de una industria en un país comenzó a depender de dos condiciones: el costo de producción y el tamaño del mercado. En el caso de los costos son centrales los salarios y el sistema de contratación laboral, el sistema impositivo y aduanero y facilidad de transferencia de divisas al exterior. Es fácil deducir, a partir de estos elementos, que la capacidad de un Estado en realizar una política económica autónoma queda muy comprometida. Si no le es conveniente a la “empresa” levanta la fábrica dejando desempleo, roturas de cadenas productivas, y caída del nivel de actividad con su consecuencia en la menor recaudación impositiva.

Hay un segundo cambio en la sociedad, los “viejos” trabajadores industriales se transformaron en proveedores de servicios, en cuentapropistas o bien quedaron fuera del mercado de trabajo. Tanto para el caso de Argentina como de América Latina, las dictaduras de los 70/80 y las políticas económicas de los 90 fueron decisivas para incorporar a nuestros países al designio político del centro hegemónico noratlántico.

Este nuevo paradigma no tuvo una evolución sin sobresaltos. La crisis de 2008/2009, fue la culminación de tensiones contradictorias entre el crecimiento de la producción, liderado por China, y la capacidad de compra del resto del mundo, en especial EEUU, por esta razón se trató de una crisis centrada en las entidades financieras. La salida de esa crisis significó una mayor concentración de las empresas, corporaciones multinacionales cada vez con mayor poder frente a estados que pierden poder de ejercer políticas económicas autónomas.

En consecuencia hay una conjunción entre los intereses de las grandes corporaciones y estados que adopten políticas de libre mercado. Las ideas neoliberales y su  actual variante austríaca son las que vienen como dedillo al dedo. No es difícil deducir, estimado lector, que su aplicación a nuestro país como al conjunto de América Latina,  nos retrotrae a la restauración del coloniaje. Las políticas serán las dictadas por los centros imperiales. Aquellos cuantapropistas que tiene la ilusión de un mejor vivir bajo el avance de la libertad de mercado comprenderán que es un buen vivir del cual están excluídos.