Carlos Pérez Turco

En el marco del ciclo ¿Somos zonzos los argentinos? entrevistamos al artista Carlos Pérez Turco, artista plástico que nos brindó parte de su obra para la realización del diseño gráfico de toda la convocatoria.

*Carlos Pérez Turco (C.P.), Carina Murua (C.M.), Roberto Sicari (R.S.)

R.S.: Ante todo te queremos agradecer que nos brindaste tus obras para el proyecto zonceras, y queremos que nos cuentes ¿Qué te despertó el participar de la convocatoria?

C.P.: El vínculo que me une con Avellaneda es muy amplio, muy generoso. Estoy unido desde el afecto por todo el grupo humano que me recibió ya sea en el ámbito cultural, municipal… También desde el Concejo Deliberante, con las autoridades, los compañeros del Foro. Todos muy afectuosos y generosos conmigo. Me han dado oportunidad de participar, de opinar, de compartir pensamiento; en virtud de un mejoramiento, enriquecimiento del proyecto nacional y popular desde todos los ángulos del cuerpo social progresista, revolucionario, solidario. Me dio una oportunidad. De verdad, luego de las elecciones del 2015 (tan inexplicables a mi criterio, con los años que tengo) creí que se habían terminado esas oportunidades, porque cuando transcurrieron los 12 años  del gobierno popular peronista de Néstor y Cristina Kirchner, para mi fue un sueño; porque luego de tantos años de lucha, desde mi juventud, desde mi niñez pensé que nuestro país, nuestra sociedad, nunca iba a volver a pasar por una oportunidad de crecimiento a todo nivel, y tan amplio y generoso. Entonces, el hecho de haber podido participar con el grupo de ustedes , en todos los grupos que acabo de mencionar, de verdad para mi fue muy  gratificante. Fue un espacio invertido, invertido y con rédito cultural, político y humano. Verdaderamente, muy agradecido, claro.

C.M.: En Tintas Trágicas, se ve todo un recorrido por nuestra historia con esa mirada crítica a la colonización, a los procesos de opresión: ¿Qué te llevó a hacer este recorrido? ¿Cuál es la obra dentro de este compilado que más te marcó? ¿Qué hechos y escenarios te llevaron a la realización de toda la obra?   

C.P.: Las tintas trágicas surgieron de casualidad. Yo pinto desde que era niño, desde los 5 años que empecé a dibujar no paré. Era muy pequeño, tenía 8 o 9 años y mi papá me llevaba a los concursos de manchas que se hacían en la ciudad de Lanús, para el día de la primavera que se festejaba en la avenida Hipólito Irigoyen, en ese momento Pavón, se hacían concursos de manchas y ahí íbamos niños y adultos a concursar. Lo organizaba la  Sociedad Amigos, creo que era, de la Avenida Pavón. Todos los años sucedía y bueno, empecé a participar ahí. Siempre estuve, por suerte, por fortuna, tuve esa oportunidad de tener facilidad en ese lenguaje expresivo y seguí pintando siempre. En el año 2008, 2009, empecé con unos trabajos sobre fotografías antiguas de familiares, intervenciones que hice sobre esas fotografías; como 30 trabajos que nunca mostré. Están todos ahí, encarpetados. Tengo cientos de trabajos que nunca mostré, quinientos, seiscientos, no sé. Perdí la cuenta. Y así empecé la búsqueda de otra técnica y una cosa me llevó a la otra. Cuando me quise acordar dije, “Yo estoy pintando mi historia y la historia del país. La historia que viví como ciudadano, aparte de como humano o artista.”  Y empecé a ordenarla un poco porque, como te digo, las cosas iban surgiendo y bueno, así surgió. Relaté lo que yo viví. Relaté el bombardeo de la plaza de mayo, corriendo por la calle Piedras con mi viejo, que íbamos a la casa de la hermana de él. Fui marcado por todas esas circunstancias y después toda la familia peronista; tíos socialistas; tíos peronistas; sindicalistas; amigos de barrio; el peronismo prohibido; fusilamientos; los tanques en la calle; las marcas de las orugas de los tanques en la puerta de casa y a dos cuadras en el cuartel de bomberos; los aviones colorados y azules pasando por arriba de mi cabeza en los otros años. Después la militancia, el compromiso, la búsqueda de que vuelva Perón y la lucha. Empecé a mirar los trabajos y me di cuenta que estaba contando mi vida, la de mi país. Así surgieron las Tintas Trágicas. Las presenté en el Ministerio de Cultura de la Nación y lo promovieron. Se hicieron unas cuantas muestras en distintos municipios: Berazategui, Lanús, Quilmes, Capital. Y ahí surgió lo de las nuevas autoridades nacionales y chau con todo. El proyecto quedó colgado, hasta que apareció el Polaco y vio mis trabajos, le gustaron y me invitó a Avellaneda. Me presentó a Jorge Ferraresi. Me acuerdo... yo le había mandado a Jorge una reproducción de mi Evita, una de mis obras. El Roberto me  presentó y le dijo, “Bueno, él es fulano, el que hizo la Evita.” “Ah, muy bueno. ¿Dispones de lugar?” Me dijo Jorge, y yo dispuse de lugar porque me contacté con los muchachos de allá, del centro municipal. Con Germán, y Augusto Pugliese. Me dio una gran mano en ese momento. Me contactó con Germán, German me escuchó y tuve la muestra en el CMA por primera vez. Después expuse al año siguiente y hasta el 2018. Después me dio vergüenza seguir exponiendo, ya era un abuso. Yo no solicité participar. Me pareció que había que dejar lugar para otros artistas, que hay muchísimos y muy buenos. Yo estaba satisfecho con todo lo que había mostrado.

C.M.: En el mundo del arte, algunos sectores plantean la idea  de la “Neutralidad” “El artista es neutro” Sin embargo, tu arte es explícitamente político ¿Cómo lo vivís?.

C.P.: Totalmente, no hay neutralidad. Donde hay una gota de sangre no existe la neutralidad. Lo que existe es la hipocresía. La neutralidad se reemplaza con la hipocresía. Entonces un juez dice, “No, yo no tengo ningún interés, la ley me indica esto.” Y, mirá, yo te voy a decir algo. Yo fui juez de concursos de pintura, y me parece espantoso. Me he peleado con todos los jueces pares que estábamos en el grupo de los que teníamos que decidir quién era buena pintura, quién era mala. Todas esas cosas de la imperfección humana la cargamos todos los seres humanos. Entonces, hay intereses. Yo he pasado por organizar un concurso y no querer ser juez porque yo lo organizaba y que un amigo venga y me diga “¿a quién hay que premiar?” “¿Qué? ¡A nadie, carajo! ¡No! ¡Eso no va más!” Ya el hecho de juzgar un sentimiento, como es el arte, porque es un sentimiento, ya el hecho de juzgar es un crimen, para mi. ¿Quién soy yo para decir que esto es maravilloso y eso es una porqueria y no merece figurar? Porque hay rechazo en los salones de arte. Se rechaza. No, “NO se premia” se organiza, se mandan 500 trabajos, 500 ilusiones y como no hay lugar, no se puede mostrar todo, entonces se eligen 70. Y el resto es malo. Es arte malo. No merece estar acá. Entonces todas esas cosas hacen que no exista la neutralidad. Esas son todas posiciones humanas hipócritas, estoy convencido. No es que lo que digo lo pensé anoche. Es imposible el  no-compromiso de cualquier persona en lo que hace.
El ser humano tiene intereses y necesidades: la primera es ser aceptado, ser querido. Y hace cosas para ser querido  y aceptado, para amar. Se resiste por miedo, por temor, que luego se traduce en vergüenza o en soberbia o en ausencia. Pero el ser humano, todo lo que hace tiene sentido espiritual. Cuando digo espiritual no hablo de religiosidad, que también se podría hablar de religiosidad por años enteros e intercambiaríamos pensamientos al respecto, pero el ser humano es netamente espiritual. Espiritual e intelectual. No puede separar ninguna de esas cosas, y de lo físico. Porque todo lo que podamos hacer puede trascender a nuestra existencia física o no.

C.M.: Carlos, sabés que, en función de la obra de Jauretche, uno de los ejes claves que trabaja en el Manual de zonceras es la auto denigración como zoncera sistematizada, ¿Cómo impacta esto de que hay arte con Mayúsculas (el arte que viene de Europa) un arte menor que es el que se produce en Nuestramérica. ¿Cómo aparece esta cuestión de la colonización y la autodenigración de lo nativo en el arte?

C.P.: Y porque el disminuido, egocéntrico, necesita del poder para dominar. Y esa es también una manera de dominar. Esto que hago yo vale y lo que vos hacés no. Es lo que dije recién de los jurados en los concursos. Entonces, este arte es maravilloso, supremo, y esto no. Esto no porque técnicamente este tiene una constitución técnica de excelencia y de cien años de estudio y este no. Y nunca había hecho nada, lo hizo de manera primitiva con un palo y un cacho de barro. Y no, entonces, este es superior. No, no: este es uno valioso y este es otro valioso. Esa es la realidad. Pero cuando yo ejerzo el lugar del museo, el curador de arte y el piripipí, lo que hago es ejercer poder. Ahora, cuando yo ejerzo ese poder, demuestro mi debilidad. Cuando yo era maestro en la escuela pública, la escuela municipal, hasta que vino el gobierno de cambiemos a Lanús y me dieron el toque después de 25 años, y de ser creador, profesor fundador de esa escuela que fue una gran colaboración y aporte de Marcela Ibarra que fue una directora de cultura y  luego diputada, en la época de Manolo, ahí nació, a pedido nuestro y a voluntad de ella y colaboración suya la escuela de arte. Yo en  la escuela de arte tomaba a cada alumno de forma individual. Y sabía quién podía necesitar o pedía mayor excelencia, mayor aporte mío de técnicas para poder expresarse de ese modo y quién iba por otra cosa, iba para expresarse pero de otra manera, con menos pretensiones técnicas: pero todos los trabajos eran valiosos. Yo conocí a cada alumno. Yo los conocía a todos, sabía que necesitaba este, que querría ese, que le pasaba al otro.

C.M.: Lo que te marca y  marca tu obra también y todo este reconocimiento tiene que ver con la coherencia en el pensamiento y en el hacer, ¿no? Así que eso también creemos que las obras han enriquecido todo el proyecto de zonceras porque tras cada obra hay toda una construcción política, toda una construcción ideológica de una coherencia y honestidad intelectuales. Entonces, te agradecemos muchísimo Carlos, por participar, por estos pensares que compartiste con nosotros y también por haber enviado tu aporte y artículo al proyecto. Te agradecemos y estamos muy honrados y honradas de tenerte dentro de este trabajo.

C.P.: Bueno, como dije al principio, estoy más que agradecido. Y es así, terminamos redondeando esto, ustedes me agradecen a mí y yo a usted. Hay una unidad indestructible y por suerte la tengo con gente que no solamente comulga con mi ideología, si no con otras personas también.