El Jardín.Carlos Pérez Turco

Por Jorge Márquez

Jorge es de Quilmes, Docente. Licenciado en Ciencia Política, Maestrando Universidad Nacional de Quilmes en Ciencias Sociales y Humanidades (mención sociología) y autor de Al Sur de la Utopía, Una historia política de Quilmes 1955-1983 y coautor de la revista Pueblo Kilmes.

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A modo de introducción, plantearemos que la profundidad del pensamiento jauretchiano marcó la necesidad de disputar un paradigma hermenéutico. En esa construcción hay cuestiones centrales que refieren a una metodología de la configuración de “verdades” —sostenidas sobre falacias— que cimientan visiones historiográficas que retroalimentan lo incomprobable y profundizan la colonización pedagógica y consecuentemente cultural.

A partir de la idea y clasificación taxativa de las Zonceras (Jauretche, 1973) se incrustaron socialmente falsas dicotomías, a manera de conocimiento, pergeñadas por visiones de país sostenidas por corrientes de pensamiento eficaces. Cuando hablamos en particular de estas corrientes de pensamiento, nos referimos a justificaciones de lo antipopular que lograron persuadir a los menos beneficiados, de la conveniencia de los planes de quienes detentaban el poder (económico). Esta operación se comprueba en un ethos que se reproduce aun en nuestros días.

Existe así, un proceso de imposición de una cosmovisión, donde “la civilización” era la imprescindible salvación frente a la barbarie. Se encorsetaba una realidad a una representación que tenía como objetivo trasplantar modelos, evitando la nacionalización de la discusión política. Por eso, la traba para “el progreso” era nuestro clima, la composición étnica y nuestras calidades sociales: a partir de esto, se construye, desde las elites, una cadena de definiciones que conllevan imposiciones.

Es por eso que una zoncera es un sofisma que no permite analizar su recorrido lógico, porque impone un desenlace para difundirlo como origen de naturalizaciones.

Esa sumatoria de conclusiones inexpugnables (porque no han sido discutidas) mantendrá su poder en la reproducción de axiomas que no se objetan.
Se inoculan creencias, esa es su fortaleza: ser popular es ser bárbaro, frente al civilizado portador de la alquimia eurocentrista.

Aquí, surge, una vez más, poderoso el pensamiento de Jauretche, cuando demuestra que hay sectores de la sociedad que se aferran y defienden afirmaciones lejanas a comprobaciones incluso a aquellas que los y las perjudican.

Pensar críticamente es diseccionar nuestro mundo cotidiano a partir de cuestionar ideas, causas de nuestras acciones. Las zonceras actuales tienen que ver con la asimilación de determinados discursos mediáticos como origen del conocimiento, sin demanda de avales. Basta ver discusiones televisivas con paneles de opinólogos que afirman sin resquemores postulados incomprobables.

Suma analizar la utilización de las redes, en tanto la difusión de las fake news, constituyentes de perfiles políticos y conductas sociales, apoyado en un sistema donde la libre expresión es la fortaleza mediática de imposición del sector que tiene mayor poder económico. Se torna líquido —parafraseando a Bauman, (2004) — el conocimiento y fundamentalmente, se generaliza (como falencia metodológica y habilidad hegemónica). Por eso, no debe extrañarnos determinados titulares o noticias, que buscan generar la agenda de los temas.

Nuestra construcción social naturaliza imposiciones de hábiles ideólogos que excluyen el valor de la argumentación y posicionan la repetición de zonceras. Planteadas en un campo en el que no tiene valor la racionalidad en los aportes, pero sí, el posicionamiento de una idea conveniente a minorías que reproducen su poder de diseño —repetidas hasta el hartazgo—.

Por eso, Jauretche provoca el corrimiento del velo a una doxa disfrazada de episteme.

La imposición primaria y dialéctica de civilización o barbarie, define un anclaje en el colonialismo intelectual. Una sentencia que no deja lugar a alternativas y cuya fuerza no está en el arte de dar razones, el mismo se excluye fomentado el dogma, porque su eficacia no depende, tanto en las razones en una discusión, como en que no la haya.

No casualmente, un componente elitista ha hecho de la zoncera en alguna oportunidad “la joya más preciada de la corona” (mención de Julio Roca en ocasión de la firma del Pacto Roca-Runciman), como eslabón de un recorrido que naturaliza la pérdida de derechos en nombre de un orden que es conveniente para unos pocos.
La base constitutiva de la construcción de conciencia hegemónica se basa en ideologías ajenas a lo nuestro y el triunfo en el campo del pensamiento, hoy se da sobre las conciencias que asimilan como propio aquello que les es distante o inalcanzable.

El progreso indefinido y la igualdad de oportunidades en un libre mercado que nunca es libre, forma parte de esa alquimia generadora de resultantes inequívocas.

Dicho de otra manera, sabemos que las oligarquías organizan fiestas a las que las mayorías no vamos a ir, aunque muchos estén convencidos que van a ser invitados.

En ese sentido, un gran logro ha sido la confusión de la pertenencia con la referencia, que conlleva pensar en función de lo que se desearía tener aunque no se tenga.

De esta manera, en la Argentina, en nombre de la república se defendió a dictaduras y a gobiernos fraudulentos, en nombre de la libertad se avalaron estatizaciones de deudas privadas y se cuestionaron los subsidios que beneficiaban a los consumidores y a las empresas estatales. La imposición de la no argumentación avaló que funcionarios que administraban la economía tuvieran sus ahorros en dólares en otros países. De esta manera también, podríamos decir que los ajustes siempre son necesarios para poder “ingresar” al mundo que establece las formas de financiamiento convenientes.

El pensamiento crítico no convalida zonceras, tales como que los pobres no van a la universidad, o que el único camino es la meritocracia, cuando las oportunidades mayoritariamente, son para unos pocos.

Hoy se trata de difundir hay que irse, que no hay futuro, que los que pagan los impuestos sostienen malas políticas y que lo popular, en sus diversas manifestaciones, es dañino. Sin embargo, algunos ciudadanos que apoyan estos apotegmas no han sido más que víctimas de abusos de poder.

Hoy, más que nunca, hay que postular la lectura de Jauretche y militar la argumentación como método.

La zoncera, como la reproducción de las falacias, no soporta cuestionamientos: Jauretche sigue señalando y explicando el camino a construir cotidianamente, “la vacuna” contra las manipulaciones colectivas que nos inmunizan del virus de la ignorancia complaciente.

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Bibliografía
Bauman, Z (2004). La Modernidad Líquida. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
Chul Han, Byung (2014). Psicolpolítica. Buenos Aires. Herder.
Dario Sztanjsrajber (2017). El pensamiento crítico. Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=Fvi9aufkq24
• Jauretche, Arturo (1974). El medio pelo Buenos Aires. A. Peña Lilo editor, S.R.L.
• Jauretche, Arturo (1973). Manual de Zonceras Argentina. Buenos Aires. A. Peña Lilo editor S.R.L.