Por Graciela Ramírez*
Era la madrugada del 5 de setiembre de 1970 y el aire olía a festejos. Finalmente, Chile tenía un Presidente socialista - marxista, Salvador Allende que, de la mano de la Unidad Popular, el 4 de setiembre obtuvo un pírrico triunfo con 1.075.616 votos, sobre 1.036.278 de Jorge Alessandri candidato de la derecha y 824.849 de Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana (DC).
En medio de consignas y cantos los ganadores llegaron hasta la sede de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), desde cuyo balcón el primer mandatario dirigió su discurso. Comenzó con una mención especial hacia la juventud y agradeció a los partidos integrantes de la Unidad Popular: radicales, socialistas, comunistas, socialdemócratas, Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), Acción Popular Independiente (API), a los trabajadores nucleados en la Central Única de Trabajadores (CUT) y a los independientes. Mencionó en primer lugar y como muy importante el respeto a los derechos humanos y prometió defender sin claudicaciones un programa democrático, popular, nacional y revolucionario, para todo Chile.
“Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, y nacionalizar el crédito…”, dijo en una parte del discurso, convencido además de que ese triunfo abriría un camino para que el resto de América Latina luchara por cambiar la historia y así lo expresó: “ la fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino…”
Su intención era mantener buenas relaciones con todos los países del mundo, siempre que se respetara la autodeterminación de los pueblos y la no intervención. Y en lo interior, hacer respetar el derecho de hombres y mujeres a: trabajo, vivienda, salud, educación, descanso, cultura y recreación. Consideraba que la revolución consistía en construir, no en destruir.
Consciente de las dificultades que debía enfrentar su gobierno advirtió al pueblo que, así como bailarían una gran cueca para festejar, los comités de la UP estarían en actitud vigilante, para responder al llamado del Comando de la Unidad a través de los comités de empresas, fábricas, hospitales y juntas de vecinos en los barrios. Si el gobierno era amenazado.
Dedicó el triunfo como un homenaje a los caídos en las luchas sociales que regaron con su sangre la fértil semilla de la Revolución chilena que iba a comenzar. “Somos los herederos legítimos de los padres de la Patria “, enfatizó “y juntos haremos la segunda Independencia, la independencia económica”, agregó.
Y cerró diciendo: “A la lealtad de ustedes, responderá con la lealtad de un gobernante del pueblo, con la lealtad del compañero Presidente”.
El accionar de la oposición al impedir la asunción de la Unión Popular
El hombre que desde que ingresó a la universidad comenzó a tener militancia política, desarrolló el cargo de ministro de Salud Pública entre 1939 y 1942. Y en tres oportunidades fue propuesto como candidato a la presidencia de la nación, conocía en profundidad el accionar de la derecha chilena, avalada por los Estados Unidos. Que desde el mismo momento en que se conocieron los resultados de las elecciones comenzaron a conspirar para impedir el ascenso al gobierno de la Unidad Popular.
El Congreso Nacional debía reunirse el 24 de octubre y decidir el resultado de la elección, por no haber una mayoría absoluta de ninguno de los dos candidatos más votados. La derecha manifestó sus intenciones de no dejar asumir a Allende y la Democracia Cristiana, que en un primer momento apoyaría al candidato de la UP impuso algunas condiciones, que fueron aceptadas, como respetar la autonomía universitaria, la profesionalidad de las fuerzas armadas, “la libertad de prensa” y la consulta electoral. Mientras tanto la derecha comenzó su embestida, se produjeron atentados terroristas y el clima fue cada vez más hostil, hasta que dos días antes de que el congreso se reuniera, el comandante en jefe de las fuerzas armadas, general René Schneider, perdió la vida en un atentado en el que se vieron involucrados los generales Roberto Viaux y Camilo Valenzuela, pagados por los Estados Unidos. No obstante, el 24 de octubre de 1970, el Congreso con 135 votos a favor y 35 en contra, reconoció a Salvador Allende como Presidente de Chile.
Las medidas de gobierno
Finalmente, el 3 de noviembre el nuevo gobierno llegó al palacio colonial de La Moneda. Una de las primeras medidas del programa electoral, llevadas a cabo fue un 35% de aumento salarial y la regulación de los ingresos según el costo de vida. La desocupación disminuyó notablemente. Por un acuerdo firmado con la Central Única de Trabajadores, sus representados participaron en la planificación de la economía y en la administración de las empresas nacionalizadas.
Se repartió medio litro de leche gratuito a los niños, todos los días. El grupo Móvil de Carabineros, un cuerpo represivo especializado fue disuelto. La banca chilena fue estatizada mediante la compra de sus acciones. Importantes sociedades monopólicas: textiles, cementeras y cerveceras, fueron estatizadas. Y el área de propiedad social controlaba 150 empresas industriales. Pero la decisión más importante fue la nacionalización del cobre, principal generador de divisas, que fuera presidida por la aprobación de la reforma constitucional que permitía, además, incorporar a la propiedad estatal la explotación del salitre y el hierro, que se hallaban en manos de Estados Unidos y la oligarquía chilena. Estas medidas comenzaron a cosechar el rechazo fogoneado por los poderes fácticos y puesto en acción por la Democracia Cristiana y el Partido Nacional, que se encargaron sistemáticamente de obstruir las medidas de gobierno. Modus operandi de las derechas a lo largo de la historia, en todos los países de nuestra América, que intentan defender su soberanía.
Aun así, el gobierno continuó con las medidas. Se expropiaron tierras para ser incluidas en la reforma agraria. En el plano internacional, reanudó relaciones con Cuba, China Popular, Corea y Vietnam del norte. En 1971 Allende, realizó una gira por Perú, Ecuador, Colombia. Y Chile fue visitado por Fidel Castro, tomando así una clara postura antiimperialista.
Revolución, contrarrevolución y desenlace
El gobierno de la Unidad Popular sufrió ataques externos e internos, por un lado, Estados Unidos suspendió la ayuda económica e impuso un bloqueo internacional. Por el otro, la derecha chilena utilizó sus medios de comunicación, en particular el diario “El Mercurio”, para atacar sistemáticamente las acciones de gobierno. Sus empresas llevaron a cabo el desabastecimiento de alimentos y otros productos, lo que provocó la llamada “manifestación de las cacerolas”, hechas por el mismo sector que producía las medidas restrictivas. El clima se fue tensando en el medio de manifestaciones de distintos sectores, acompañado de la denuncia constante de desestabilización por parte del gobierno. Hasta que, en el mes de agosto, comenzó la huelga de los camioneros que duró hasta el 5 de noviembre.
La oposición pidió el desafuero de varios ministros, lo que derivó en la conformación de distintos gabinetes, se declaró el estado de emergencia en la mayoría de las provincias. El 21 de junio de 1973, la central obrera convocó a un paro nacional, con movilización en contra de la escalada de la derecha. El 29 de junio se produjo el primer levantamiento militar que fue sofocado gracias a la movilización popular. Los hechos transcurrieron entre huelgas, atentados terroristas de la ultraderecha, ocupación de fábricas por parte de las fuerzas de seguridad y la tortura a los trabajadores.
En medio de la conmoción social, el 4 de setiembre con una gran manifestación popular, se festejó el aniversario del triunfo del proyecto revolucionario de la Unión Popular. Pero el golpe que se venía armando, fue concretado. El 11 de setiembre se ejecutó la “Operación Yakarta”, una acción sangrienta llevada a cabo por la aviación, encargada de bombardear las emisoras estatales, los comités de la Unión Popular y la Casa de la moneda con el apoyo de tropas del ejército. Dentro se encontraba Salvador Allende y un grupo de militantes. El compañero Presidente cumplió con su promesa de responder con lealtad y con su vida, frente a la defensa de la dignidad revolucionaria.
La embajada de Estados Unidos y el Plan Cóndor
En el libro Genocidas de Daniel Matz, se reproducen los dichos del embajador de Estados Unidos, respecto del golpe sufrido por el gobierno de Salvador Allende:” Chile de Allende está en su mejor momento, posee 500.000.000 de moneda fuerte, más que los EE.UU. per cápita. A partir del año próximo será el segundo productor de cobre más grande del mundo, superando a la URSS. La disyuntiva es clara: la C.I.A. y la I.T.T. (Consorcio internacional de Telefonía y Telegrafía) o Chile”. Richard Nixon, entonces presidente de los Estados Unidos, Henri Kissinger su asesor de seguridad nacional y Richard Helms director de la CIA, fueron los ideólogos de la masacre llevada a cabo por las fuerzas armadas chilenas encabezadas por el dictador y genocida Augusto Pinochet. El terrorismo de estado garantizó la aplicación de un plan neoliberal que se implementó a partir de la llegada de los Chicago Boys, un grupo de economistas chilenos formados por Milton Friedman, que ocuparon distintos cargos durante la dictadura.
El derrocamiento de Salvador Allende, se inscribe en el marco del Plan Cóndor, que según J. Patrice McSherry, profesora de Ciencias Políticas, consistió en la confluencia de las Fuerzas Armadas de los países de América con la finalidad de suprimir a los políticos y militantes de proyectos nacionales y populares. Y la continentalización de acciones de terrorismo de estados manejados desde Washington. Los militares involucrados, además, utilizaban la red oficial de telecomunicaciones de EE.UU., la Conferencia de Ejércitos Americanos, la Escuela de las Américas, el sistema regional de agregados militares y la Junta de Defensa Interamericana para la planificación y los operativos que llevaban a cabo.
Destinos similares sufrieron Uruguay en 1973, cuando el presidente Bordaberry disolvió el parlamento y con apoyo de las fuerzas armadas comenzó una etapa dictatorial. Al igual que Argentina a partir del 24 de marzo de 1976, con la dictadura cívico- militar- eclesiástica, a cargo de la junta militar integrada por Jorge Rafael Videla, del ejército, Emilio Eduardo Massera, de marina y Orlando Ramón Agosti de la aeronáutica. Con José Alfredo Martínez de Hoz, el Chicago Boy argentino, como ministro de economía.
*Graciela Ramírez es docente jubilada, estudiante de periodismo de la Universidad Nacional De Avellaneda, participa de los talleres del Foro de Pensamiento Crítico y es colabora en el blog Noti-Digital.