Ésta imposibilidad de percibir y de sentir al otro se traduce en diferentes prácticas y acciones antidemocráticas.

En primer lugar estamos frente a un gobierno que NO-ESCUCHA. ¿Esto se debe a que son sordos? No. Se debe, justamente, a la falta de piel de la que estamos hablando.

Al no percibir al otro, no distinguen si les habla un ser humano, un aparato de radio o un celular. De aquí que “hacen que hablan”, que mantienen un diálogo con su interlocutor de turno, pero no escuchan. Y están muy entrenados (alguien más joven diría coucheados) en hacer que entienden de lo que le están hablando y que escuchan. Pero la realidad es que no lo hacen: fingen que dialogan y hacen de cuenta que entienden.